El sector agropecuario se enfrenta a un horizonte con mayor incertidumbre que las últimas campañas. Si bien el ciclo 2012-13 revirtió en parte los malos resultados de los años previos, no logró satisfacer dos frentes relevantes: por un lado, en dejar un perfil de humedad en el suelo satisfactorio para la presente campaña y por otro, en dar un alivio financiero a los empresarios agropecuarios.
Con este antecedente a cuesta -desfinanciación y escasez de agua-, la campaña 2013-14 arrancó con un baja superficie sembrada de trigo (3,4 millones de hectáreas), la cual además fue influida, como ya es costumbre, por las fuertes distorsiones que existen en el mercado del trigo. Este menor área, sumada a un clima que no ha sido favorable, ponen un manto de duda sobre el nivel de producción esperada de 12 millones de toneladas, despertando “miedos” sobre el aprovisionamiento del cereal para el próximo año, lo cual se refleja en el precio del contrato de diciembre (mes de cosecha) el cual saltó de 200 dólares la tonelada a fines de agosto a US$281 un mes después. A priori, sin autorizaciones para exportar, parecería que no habría inconvenientes para satisfacer el mercado doméstico, más allá de que la producción esté más cercana a los 10 millones (Bolsa de Cereales de Buenos Aires), pero nuevamente vamos a abastecer en menor medida (o incluso no abastecer) a clientes importantes del exterior, especialmente Brasil. Como punto positivo para los productores, es que los precios internos, en caso de no mediar autorizaciones para la importación, van a volver a estar en línea con los externos (sin casi descontar las retenciones) o si la producción es aún menor, podrían ser superiores a los externos. Para aquel productor que tenga trigo en noviembre, debería aprovechar ese mes para venderlo y para después de diciembre, el que pueda mantenerlo podría ser una buena oportunidad para aprovechar mayores valores, por ejemplo a julio cotiza más de 35 US$ por encima.
Para los principales cultivos de verano, maíz y soja, el problema de escasez de agua en estos meses esta inclinando el área de siembra hacia la soja que presenta mayor flexibilidad frente a climas adversos. Además otras ventajas de sembrar la oleaginosa por sobre el cereal son: menor inversión inicial (alrededor de 150 dólares menos por hectárea) y menos distorsiones en la comercialización. De todas maneras, existen ciertos incentivos a la siembra de maíz: primero, los precios a abril y mayo de 2014 (momento de cosecha de los granos) favorecen al cereal dado que históricamente 1 kilo de soja ha permitido comprar 2,1 kilos de maíz, y para esa fecha la relación está cercana a 1,86; segundo, en ciertas zonas con rendimientos aproximados en maíz de 2,8 veces más altos que en soja, la rentabilidad tiende a favorecer al cereal. Resumiendo, la soja se mantiene como el grano para resguardo de valor en el cual confían los productores.
Analizando la tendencia de precios para los tres granos mencionados, la misma es bajista a nivel internacional en los próximos años -más allá de lo que acontezca en el mercado interno del trigo- lo cual genera dos puntos de vista que pueden ser independientes o bien vincularse. El primero de ellos es "preocupación" por la caída de las cotizaciones de los productos que vendo con costos que podrían llegar a ceder sólo en parte (vía menor precio de insumos directos); el segundo es "precaución", que idealmente sería conveniente que surja inmediatamente después del primero y que tenga mayor intensidad y sea el que domine el accionar. La preocupación en sí misma es una señal de alarma, pero si uno queda “quejándose” sin ningun accionar es imposible superarla o llegado el momento puede que sea tarde. Cuando uno empieza a pensar hacia adelante, empieza la etapa de preocupación, pero entendida positivamente como un plan proactivo para la adaptación al nuevo entorno.
Recién comenté que si los precios caen, los costos de los insumos directos también ceden, pero en una menor proporción, por lo que hay que ver que otras variables se pueden ajustar para mantener un determinado nivel de rentabilidad. Para poder llevar a cabo esa tarea, es necesario conocer la empresa, lo cual comprende entre otros atributos, poseer una estructura de costos por cultivos por hectárea, saber cuándo se deben hacer pagos (flujo de fondos presupuestado y realizado), determinar los gastos estructurales, es decir, generar información confiable que ayude a la toma de decisiones.
Por ejemplo, el principal costo de una empresa agropecuaria que arrienda tierras es el alquiler (alrededor de un 30-40% del costo de la hectárea implantada según el grano seleccionado), por lo que esa variable es crucial a la hora de los resultados del negocio, pero para poder determinar valores aceptables, es preciso conocer la empresa, es decir, mejorar la gestión económica-financiera para establecer si la negociación de los alquileres implica una caída en el monto fijo acordado, o la utilización de alternativas que comparten el riesgo con el propietario del campo.
Además en estos momentos de incertidumbre cambiaria, es necesario vincular los costos dolarizados con instrumentos que permitan que nuestra producción esté atada al dólar, para eliminar el riesgo de una devaluación. También es primordial analizar la conveniencia de retener producción o venderla e invertir ese dinero. Esto básicamente consiste en estimar el precio que obtendríamos en caso de vender la soja en el presente e invertir ese dinero, contra retener la soja y venderla en el futuro. Hoy por hoy, los indicadores muestran que los granos están en un buen precio en relación a la próxima campaña, siempre con el supuesto de que el clima acompañe y se alcancen producciones altas en el mundo. En vista de ello, en caso de decidir desprenderse de granos, lo que no hay que hacer es quedarse con pesos ”ociosos” (no necesarios). Alternativas posibles son: compra de insumos de contado (también se puede hacer a canje y aprovechar los beneficios fiscales), compra de bienes, compra de bonos dolarizados, compra de acciones, entre otros. La idea es posicionarse en activos que como mínimo cubran su valor real.
En conclusión, a pesar de que las tendencias de precios sean bajista hay que mejorar la gestión de su empresa para "afinar" los números y con ello mejorar su información para la toma de decisiones para ir aprovechando oportunidades de negocios que puedan ir surgiendo.